sábado, 5 de enero de 2008

Conyugalia: Las 7 termitas del matrimonio

LAS 7 TERMITAS DEL MATRIMONIO

En http://www.hacerfamilia.net [Revista No. 74]

Esto es casi como un test. Para leerlo rápidamente, pensar e intentar obtener un resultado práctico. Y aunque es imposible consignar aquí esos miles de detalles perniciosos -verdaderas termitas por el silencio en que operan- que viven cotidianamente junto con el amor conyugal, la intención es dar ideas que sirvan para revisar como andamos por casa.

1 punto: El desorden
No hay peor que llegar a la casa y encontrarnos con el caos del universo reunido entre cuatro paredes. Y hay que tener claro que un hogar relajado no implica desorden. Cada cual tiene su estilo de vida, el que más le convenga, pero para que todo funcione y marido y mujer puedan vivir y relacionarse en paz es fundamental que existan una serie de normas básicas: los horarios, el orden de los juguetes, mochilas, ropa, espacios comunes y privados... El siquiatra español, Aquilino Polaino, decía que las mujeres eran unas “recojonas” porque siempre estaban recogiendo algo del suelo. ¡A mucha honra! Porque aunque parezca un trabajo menor, el orden acarrea paz y el desorden guerra. La convivencia matrimonial se deteriora si el marido llega a la casa y cree que acaba de aterrizar en el campamento de Atila, rey de los Hunos, y el índice de irritabilidad de la mujer escalará a niveles peligrosos si todo está patas arriba. ¿Qué más se necesita para una buena pelea conyugal?

2 puntos: La ley del hielo
Cualquier pareja contemporánea está aburrida de oír, leer y ver programas de TV en los que se repite la importancia de la comunicación en el matrimonio. Ya se sabe, pero, a veces, el concepto queda grande ¿tengo yo comunicación en mi matrimonio? Cualquiera sabe. Pero sí puedo detectar si estoy permitiendo que las discusiones con mi marido/mujer se traduzcan en días de silencio, en un amurramiento continuo que lo único que hace es agrandar la tontera por la que se peleó. Hay que conversar, dejar pasar un tiempo para enfriarse y volver a conversar hasta zanjar el tema. Porque por el contrario, ese silencio lleno de orgullo, sólo ahonda las diferencias y no ayuda a solucionar nada. Hay que hablar hasta recuperar el buen tono, airear la casa y dejar atrás lo que sea. Rumiar y tragar no es propio de seres con inteligencia.

3 puntos: Las ironías
Las ironías entre marido y mujer nunca son graciosos ni taquilleros. Se pretenda o no, se hiere al otro, se le humilla (especialmente si es en público) e indican que el respeto entre ambos se está resquebrajando. Son palabras concebidas para descalificar y lo consiguen, aunque se digan en broma. Por eso hay que parar a la primera: jamás permitirse una palabra grosera con el otro y si en el calor de una discusión, algo se escapó, recapacitar y pedir perdón.

Un pariente cercano de las ironías es reírse del otro en público, ridiculizarlo o directamente, criticar. Fatal, porque por mucho sentido del humor que tenga, seguro que le hace mella y va juntando un cierto sarro en el corazón que aflorará al primer desacuerdo. El pelambre, de frentón es falta de lealtad: ya se sabe que los trapos sucios se lavan en casa. Y el refrán es en serio.

4 puntos: La rutina
Se sabe que va a llegar, porque la vida cotidiana es así: días parecidos llenos de trabajo, hijos, responsabilidades, alegrías y penas. Pero hay que saber que la rutina no es algo externo: procede del interior de cada persona. La vida diaria puede ser vivida con aburrimiento o con animación, con lata arrastrada o con un cierto contento. Depende de cada uno y de los medios que se usen para sorprender al otro. Es bueno sentarse a pensar ¿qué podría hacer yo para sacar de la rutina a nuestro matrimonio? ¿qué detalle le hará la vida más agradable a mi cónyuge, renovando sus fuerzas para seguir adelante? Obviamente no existe receta: para unos será convidar a su mujer a tomar un café el sábado por la tarde, para otros esperar al marido con una buena noticia simpática que contar. Pequeñeces que alivianan el corazón y dan brillo al cansancio del día.

5 puntos: Vidas paralelas
Los días de un matrimonio con hijos están llenos, incluso rebalsados de cosas que hay que hacer. Y entre tanta actividad se corre el riesgo de que cada uno parta para su lado. Se suman las horas, los días... y pasa el tiempo sin compartir momentos especiales, comentarios sabrosos, penas, preocupaciones y buenas noticias. Esa “separación” emocional puede llevar a la larga a que cada uno haga su vida y terminen siendo una especie de socios con una empresa común: la familia. Cada día hay que buscar momentos de encuentro sólo entre los dos, ratos para compartir o acompañarse -incluso sólo descansar viendo las noticias- en los que naturalmente surgirá la conversación en la que aparece todo lo que está en la cabeza y el corazón ese día.

6 puntos: No aceptar ser hombre y mujer
Una de las cosas más difíciles en el matrimonio es aceptar en la práctica que el matrimonio está compuesto por dos, hombre y mujer, distintos, pero complementarios. Y la parte distinta es grande. Consejos tan fáciles como “póngase en el lugar del otro” cuesta sangre, porque “el otro” tiene la cabeza y el corazón armado de distinta manera. Lo que para la mujer es obvio, para el hombre puede ser francamente opinable y viceversa. Y cuando se está de malas, el problema se acentúa. Un primer paso conciliatorio es aceptar, de verdad, que el otro es “otro” que siente y aprecia la realidad de distinta manera. A partir de ahí hay que recurrir a la mano izquierda, al dejar pasar, a la comprensión... Sabido, pero difícil de practicar, porque cada uno vive apegado a Su visión, Su opinión, Su forma de ver las cosas... Y el único remedio está en quererse en esos momentos y transigir.

7 puntos: Las expectativas
Hollywood nos juega una mala pasada: nos inunda de películas que, salvo excepciones como “Nuestro amor”, dan una idea distorsionada acerca de lo que es el amor conyugal, las relaciones sexuales, la vida familiar... Es tan irritante como que la mayoría de los niños que aparecen en las series de TV son tan racionales que se van a la cama con una simple explicación: es la hora. Cosa que la experiencia dice que es absolutamente falso. Eso trasladado al amor conyugal, hace que muchas veces se tengan falsas expectativas acerca de lo que es una relación normal entre marido y mujer: en la pantalla no envejecen, no engordan, el mal genio se soluciona con un ramo de doce rosas rojas, al marido y a la mujer les palpita el corazón incluso después de haber vivido 20 años juntos... Interminable. La vida real es mucho mejor que eso, porque es de verdad y queda para siempre. Lo bonito está, precisamente, en quererse en el cansancio, en la vejez, sin plata para rosas rojas, sin tanta falsa emoción. En las buenas y en las malas. Eso es amor de verdad, aunque Hollywood no se haya dado cuenta.

Mas información en conyugalia@hotmail.com