sábado, 10 de julio de 2010

Conyugalia: La orientación familiar, una demanda en auge

La orientación familiar, una demanda en auge

José Miguel Cubillo, presidente de Aula Familiar 
 
La perplejidad ante los nuevos problemas que afectan hoy a niñas y niños está provocando que muchos padres jóvenes recurran a los consejos de los expertos. José Miguel Cubillo, psicólogo, arquitecto y presidente de Aula Familiar, ofrece algunas claves para entender esta tendencia.
  
Firmado por Juan Meseguer Velasco  en Aceprensa 
Fecha: 17 Mayo 2010

 
El que unos padres acudan a un especialista en matrimonio y familia es algo muy recomendable, siempre y cuando eso no les paralice ni les meta el miedo a educar de acuerdo con sus propias experiencias y su sentido común.

La función del orientador familiar, explica Cubillo, es despertar la iniciativa de los padres para que sean ellos quienes definan su propio estilo de vida familiar. Además, el orientador ofrece conocimientos, criterios de orientación y técnicas educativas. Pero, al final, son los padres los que han de decidir lo que conviene a sus hijos en cada caso.

Este es uno de los principios que guía a Aula Familiar (www.aulafamiliar.org), un centro de orientación familiar fundado en 1973 con el asesoramiento del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra.
 
Aula Familiar, con sede en Madrid, es miembro fundador del Instituto de Iniciativas de Orientación Familiar (IIOF), el cual está integrado en la International Federation for Family Development (IFFD), con estatus consultivo ante Naciones Unidas.
 
Padres inseguros
 
– Hoy cada vez es más frecuente que se recurra a la ayuda de expertos para educar a los hijos. ¿A qué atribuye esta tendencia?
 
– En parte se explica por la influencia que están teniendo una serie de ideas en la cultura actual. Quizá la más extendida es que los padres no están suficientemente capacitados para educar a sus hijos; razón por la cual tendrían que acudir a pedagogos, psicólogos, profesores o trabajadores sociales.
 
En este ambiente, uno puede llegar a creerse –sobre todo, si se deja llevar por la comodidad– que la educación de los hijos corresponde a los expertos. De esta manera, se va generando en los padres una especie de falta de autoestima; los padres se sienten cada vez más inseguros. Y, como consecuencia de ello, el papel de la familia como agente educativo se va difuminando.
 
Para contrarrestar este modo de pensar, nosotros procuramos que las familias sean conscientes de la misión insustituible que les corresponde. Damos a los padres conocimientos y técnicas para que sean ellos quienes se decidan a buscar y aplicar soluciones. Cada familia es soberana.
 
– En los últimos años, varias cadenas de televisión han lanzado programas para ayudar a los padres en su tarea educativa: “Supernanny”, “SOS Adolescentes”, “Padres, hijos y escuela” o “Generación Ni-Ni”. A juzgar por el éxito de estos programas, da la impresión de que estamos ante una auténtica demanda social.
 
– Efectivamente, la demanda va en aumento, al igual que algunos problemas sociales serios: agresiones de hijos a padres, agresiones de alumnos a profesores... Si unos padres renuncian a ejercer su autoridad para educar a sus hijos, es probable que surjan problemas de convivencia familiar. Y entonces, cuando se ven superados, acuden a los expertos como si ellos tuvieran soluciones mágicas.
 
Algunos programas de los que has citado pueden fomentar implícitamente la pasividad de los padres. Dado que el experto del programa tiene éxito al resolver los problemas planteados en la televisión, puede parecer que basta con aplicar un puñado de técnicas para que todo salga bien. Existe el riesgo de que los padres pasen por alto que cada problema es único.
 
Es muy positivo conocer los avances de la psicología, la pedagogía y de otras disciplinas. Pero debemos evitar el error de pensar que la ciencia produce por sí misma la virtud. En realidad, nos hacemos buenos y enseñamos a nuestros hijos a hacerse buenos obrando el bien.
 
– A diferencia de la mediación familiar, centrada en la resolución de conflictos que ya se han producido, la orientación familiar trata de prevenirlos. Pero, ¿no le parece que las personas reaccionamos de manera distinta en tiempo de crisis que en tiempos de calma?
 
– Es cierto que ponerse a resolver problemas en medio de una tempestad es mucho más costoso y difícil que hacerlo con buen tiempo. Por eso es tan importante tener iniciativa y saber adelantarse. En general, los problemas familiares son muy parecidos. La diferencia básica entre una familia y otra está en la forma en que cada una vive las temporadas de calma y en el modo en que afrontan los problemas cuando llegan.
 
El primer aspecto es decisivo. Muchas familias dejan pasar oportunidades de mejora cuando no hay problemas acuciantes; se vive de un modo pasivo, sin fijarse metas concretas y sin actuar para alcanzarlas. Otras familias, en cambio, se caracterizan por almacenar recursos para las temporadas de escasez. Tienen metas definidas y las persiguen de forma activa. Cuando llegan los problemas, similares a los de las demás familias, se encuentran en muy buenas condiciones para resolverlos.

domingo, 13 de junio de 2010

Conyugalia: La cohabitación antes del matrimonio aumenta el riesgo de ruptura

La cohabitación antes del matrimonio aumenta el riesgo de ruptura 

A menudo se dice que la cohabitación permite a los futuros marido y mujer conocerse mejor y evitar así las uniones desafortunadas. Sin embargo, el Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias de Estados Unidos revela una realidad distinta: las parejas que cohabitan antes del matrimonio son más frágiles.  
Firmado por Aceprensa
Fecha: 9 Marzo 2010

“Mientras la cohabitación sigue siendo un camino hacia el matrimonio entre las clases altas, las mujeres de bajo nivel de renta tienden a verla como un punto de llegada”

Las parejas que viven juntas antes de casarse tienen, de media, una probabilidad 6 veces mayor de romperse antes de que lleguen a los 10 años de convivencia. En cambio, las expectativas de duración de la pareja mejoran si empezaron a convivir cuando ya estaban casados.

El estudio refleja también el aumento espectacular de la cohabitación en Estados Unidos. A partir de una muestra de 12.571 mujeres y hombres de 15 a 44 años, los autores señalan que el porcentaje de mujeres que rozan la cuarentena y han cohabitado se ha duplicado en 15 años hasta llegar al 61%.

Otro dato interesante es que la mitad de las parejas que empiezan cohabitando se casan a los tres años. Si los dos miembros de la pareja tienen estudios superiores, es probable que se casen antes y que su matrimonio dure por lo menos 10 años.

Para Nelly A. Musick, profesora de análisis social en la Universidad de Cornell, los resultados del estudio sugieren que hay una brecha abierta entre ricos y pobres respecto a la concepción del matrimonio. “Mientras la cohabitación sigue siendo un camino hacia el matrimonio entre las clases altas, parece que las mujeres de bajo nivel de renta tienden a ver la cohabitación cada vez más como un punto de llegada”, explica Musick.

Las actitudes sociales hacia la cohabitación también difieren en función del sexo. Entre los encuestados, el 62% de las mujeres de 25 a 44 años estaban casadas y sólo el 8% cohabitaban. En cambio, el porcentaje de hombres casados desciende hasta el 59% y el de la cohabitación sube al 10%.

Un último hallazgo significativo del estudio es que las mujeres que a la edad de 14 años no vivían con sus padres biológicos o adoptivos son menos proclives a casarse que aquellas que crecieron con su padre y su madre.

Menor compromiso

La publicación de estas estadísticas confirman las conclusiones de otros estudios que en su día fueron bastante polémicos. Investigaciones realizadas hace más de una década revelaban no solo que las parejas de hecho se rompen más que los matrimonios, sino que también aquellos que se casan después de haber cohabitado son más proclives a divorciarse que quienes fueron directamente al altar.

En un estudio publicado en 1999, dos conocidos sociólogos estadounidenses, David Popenoe y Barbara Dafoe Whitehead, del National Marriage Project de la Universidad Rutgers, afirmaban que “una atenta revisión de los datos que proporcionan las ciencias sociales sugiere que vivir juntos no es una buena manera de prepararse al matrimonio ni de evitar el divorcio”.

Según los autores, las personas que han vivido antes con otras parejas muestran un compromiso menos firme. “Toleran menos la insatisfacción y dejarán romperse un matrimonio que podría haberse salvado”, dicen Popenoe y Whitehead (“Should We Live Together? What Young Adults Need to Know about Cohabitation before Marriage”: cfr. Aceprensa, 22-09-1999).

miércoles, 9 de junio de 2010

Conyugalia: El libro del matrimonio. Esa misteriosa unión

El libro del matrimonio. Esa misteriosa unión


Autor: José Pedro Manglano
Planeta. Barcelona (2010). 416 págs. 19 €.
Firmado por Juan Meseguer Velasco en Aceprensa

Fecha: 19 Mayo 2010

Durante los últimos años, han proliferado los libros con consejos prácticos para vivir un matrimonio con éxito, que sirven y gustan a mucha gente. Pero los recetarios –por muy probados que estén– también tienen su riesgo: el de encerrar algo tan complejo y personal como es una relación amorosa en una casuística agotadora.

En El libro del matrimonio, el filósofo y teólogo José Pedro Manglano ha optado por un enfoque distinto: “Esa seguridad de lo que se puede y no se puede hacer, de la respuesta aprendida de memoria, ¿no es posible que en muchos casos esculpa vidas resignadas, en lugar de espíritus libres y conscientes, capaces de contagiar y crear una nueva cultura?”.

La pregunta que plantea Manglano es un disparo en la línea de flotación de una de las sospechas más extendidas de nuestra época: ¿son compatibles el matrimonio y la libertad?; ¿es bueno el matrimonio para mí o tan sólo un mal menor por el que pierdo libertad a cambio de otras compensaciones?

Creo que éste es uno de los grandes aciertos del libro. En un momento en el que la cultura actual se está preguntando “¿para qué casarse?”, no basta con ofrecer un puñado de ideas manidas. Es preciso ponerse en la piel del otro y tratar de averiguar por qué el matrimonio sigue pareciendo a tantos (casados o no) una estrecha “cárcel del amor”.

El autor ya se había planteado el dilema entre libertad y matrimonio en dos libros anteriores: Construir el amor y El amor y otras idioteces. Pero en este nuevo libro ha hecho hincapié en una perspectiva novedosa: entender el matrimonio –sobre todo, el matrimonio cristiano– como un misterio capaz de modelar vidas genuinamente libres.

Este enfoque le lleva a indagar cómo eran las cosas en el origen, conectando así con la sugerente teología del cuerpo desarrollada por Juan Pablo II. De hecho, Adán y Eva son uno de los matrimonios protagonistas de la primera parte del libro, junto a Saint-Exúpery y Consuelo, Balduino y Fabiola o Eloísa y Abelardo.

Tras realizar este esfuerzo de comprensión –“saber actuar exige previamente saber pensar”–, entonces sí, Manglano aterriza en el terreno concreto de la vida matrimonial con diagnósticos y terapias sugerentes. Otro acierto del libro es el estudio histórico de las bodas, del que el autor se sirve para discernir los aspectos esenciales del matrimonio de los que no lo son.

martes, 1 de junio de 2010

Conyugalia: La felicidad en el matrimonio (II)

La felicidad en el matrimonio (II).
Escrito por Magdalena Subercaseaux
Jueves, 15 de Abril de 2010 13:24

Entrevista realizada a Tomás Melendo por José Pedro González Alcón y María Mercedes Álvarez Pérez para el programa de radio "Con las zapatillas puestas". El Prof. Melendo Granados es Catedrático de Filosofía (Metafísica), Director Académico de los Estudios Universitarios sobre la Familia, Universidad de Málaga (UMA), España.

¿Muchos quieren vivir juntos antes de casarse para conocerse, para saber si congenian, etc. ¿Esta forma de plantearse el inicio de la vida en común da resultados buenos?

Supongo que en ese vivir juntos está incluido también dormir juntos, tener relaciones sexuales.

Pues bien, las estadísticas manifiestan con claridad que semejante convivencia prácticamente nunca produce efectos beneficiosos. Aporto sólo un par de datos. El primero, que los divorcios son mucho más frecuentes entre quienes han convivido antes de contraer matrimonio. Después, que entre los jóvenes, cuando empiezan a mantener relaciones, la actitudes cambian notablemente, empeoran: se tornan más posesivos, más celosos, más irritables. Por eso quienes poseen un poco de experiencia advierten de inmediato cuando un par de chicos ha iniciado ese trato íntimo.

Pero se puede ir más al fondo: no es serio ni honrado «probar» a las personas, como si se tratara de caballos, de coches o de instrumentos de música; a las personas se las respeta, se las venera, se las ama; por ellas arriesga uno la vida, «se juega a cara o cruz, el porvenir del propio corazón».

Y todavía cabe aportar otro motivo: no se puede (es materialmente imposible, aunque parezca lo contrario) hacer esa prueba, porque la boda cambia muy profundamente a los novios; no sólo desde el punto de vista psicológico, al que ya me he referido, sino en su mismo ser: los modifica hondamente; en cierto modo, los hace otros, distintos; los transforma en esposos; les permite amar de veras: ¡antes no es posible hacerlo!, como ya dije.

Se trata de un tema apasionante, que me encantaría desarrollar, pero no es éste el momento: la clave estaría en entender de veras en qué consiste la libertad como capacidad de autotransformarse y autoconstruirse hasta desplegar le entera riqueza de una persona cabal y plena.

¿Da la impresión que lo del amor sin papeles o sin ataduras cuadra más con la visión masculina del amor, ¿es así? Si es afirmativo ¿resultaría la mujer más perjudicada en una relación libre?

Quizás esa afirmación sea aplicable a lo peor del estereotipo de «macho» que reina en nuestra cultura (y tal vez no sin motivo). Gracias a Dios, muchísimos hombres no son así: personalmente, no me reconozco en absoluto en esa imagen.

Pero no deja de ser cierto que el varón que no quiere amar en serio se encuentra «más a gusto» en una relación sin compromisos. La mujer, a veces, también, o al menos así lo aparenta; pero de hecho, y hasta cierto punto, se halla efectivamente más indefensa ante la posibilidad de una ruptura; además, si ha habido hijos, queda mucho más marcada y con más responsabilidades.

De todos modos, me gustaría insistir en que, con total independencia de lo que más tarde suceda, los perjudicados son los dos, que no pueden amar de veras ni mejorar ni ser felices. Perdonad que insista en este punto, pero es capital para enfocar bien las cosas.

¿Por qué aquellos que no quieren un amor "con papeles" ahora los están pidiendo, e incluso que se regule su situación como pareja de hecho?

Kierkegaard decía que lo que más aterra al ser humano, más que ninguna otra cosa, es la soledad. Y se refería principalmente a ese ser distinto a los demás, a quedarse aislado, por ejemplo, defendiendo una opinión que no es la de todos, la que hoy llamaríamos políticamente correcta. A eso tenemos auténtico pavor.

Pero, mal que bien, y a pesar de toda la publicidad y la legislación en contra, el matrimonio sigue gozando en la actualidad de claro prestigio como situación normal. No extraña, por eso, aunque pueda parecer contradictorio, que una pareja de hecho reclame el amparo del derecho, que quiera igualar su situación con los casados: ser «como los otros», según la también conocida expresión de Kierkegaard, que es uno de los modos más típicos de huir de la ansiedad y el descontento, como bien explica la psiquiatría.

Dentro del matrimonio ¿existen diferencias entre contraer un matrimonio civil o un matrimonio religioso?

Primero insistiría en que cualquier auténtico matrimonio válido es ya algo sagrado. De hecho, en prácticamente todas las culturas se ha acentuado esa dimensión sacra. Y es que es muy serio que dos personas decidan amarse de por vida y pongan en juego su capacidad de traer al mundo adecuadamente,como consecuencia directa y natural de su amor, nuevas personas humanas.

Pero eso, conviene aclararlo, es pertinente para todo matrimonio válido, real. Y, para los católicos, que es el caso más frecuente en España hoy por hoy, un matrimonio sólo civil sencillamente no es matrimonio. Es cuestión de coherencia con los propios principios. No es lógico llamarse católico y no actuar como tal. Ni la fe ni la gracia son «complementos» de quita y pon.

Además, el matrimonio-sacramento lleva consigo unas gracias especiales que facilitan grandemente el amor mutuo y ayudan a superar los momentos malos que existen incluso en las parejas mejor avenidas.

Ante el matrimonio, ¿cómo yo me puedo comprometer a algo para toda la vida, si no sé qué cosas pueden pasarme, o si elijo bien a la pareja?

Antes que nada, diría que para eso esta el noviazgo, una «institución», por llamarla de algún modo, muy desprestigiada en nuestros días. Es un período imprescindible, que ofrece la oportunidad de conocer al otro y darme a conocer a él, seriamente, de modo que sí puedo empezar a vislumbrar cómo será la vida en común.

Añadiría que ningún ser humano, en ningún ámbito de su vida, puede saber lo que le deparará el futuro. Eso sería jugar al «superhombre», a ser «como dioses». Toda decisión respecto al porvenir implica un cierto riesgo, que incrementa su carácter de aventura y que uno afronta con ese espíritu deportivo, audaz y un tanto arriesgado, si es que tiene un mínimo de agallas. El ejemplo más claro son tal vez los buenos empresarios.

Después, y esto no es en absoluto una salida de tono, si soy como debo ya sé bastante de lo que va a pasar cuando me case: sé, en concreto, que voy a poner toda la carne en el asador para amar a la otra persona y procurar hacerla muy feliz. Y si ese propósito es serio y conozco mínimamente al otro, será compartido por él o ella: el amor llama al amor. Podemos, por tanto, tener la certeza de que vamos a intentarlo por todos los medios. Y entonces no es nada fácil que el matrimonio fracase.

La clave está siempre en uno mismo, en la disposición firme de amar sin componendas. Si es sincera, suele contagiar al otro.

Ante estos interrogantes, ¿cuánto hay que pensárselo?

No creo que la pregunta clave sea el «cuánto». Eso depende de muchas circunstancias. No es lo mismo un noviazgo a los 16 años que a los 25 o a los 32: hay más madurez en los últimos casos y más capacidad para conocer con mayor celeridad al otro.

Pero, lo importante son más bien los rasgos que tengo que tener en cuenta. Por ejemplo, si «me veo» viviendo durante el resto de mis días con esa persona; también, y antes, cómo actúa en su trabajo, en las relaciones con su familia, con los amigos; si sabe controlar sus impulsos sexuales (pues nadie me asegura que sea capaz de hacerlo, si no, cuando estemos casados y se encapriche con otro u otra); si me gustaría que mis hijos se parecieran a él o a ella, porque de hecho se van a parecer, lo quiera o no; si lo «veo» como el padre o madre adecuado para mis hijos; si sabe estar más pendiente de mi bien (y del suyo) que de sus caprichos.

En definitiva, atender más a lo que es; después, a lo que efectivamente hace, a cómo se comporta (no solo con uno, sino sobre todo, según acabo de apuntar, en las restantes esferas de su actividad: en la familia, en el trabajo, en su vida social, con los amigos, en el trato con Dios); y en tercer lugar, a lo que dice o promete, que sólo tendrá valor cuando concuerde con lo que es y con su conducta.

Fuente: Almudi.org

domingo, 23 de mayo de 2010

Conyugalia: Ante separaciones precoces: Cómo no perder el Norte

Ante separaciones precoces: Cómo no perder el Norte

Escrito por Luz Edwards
Martes, 10 de Noviembre de 2009

Ser felices en el matrimonio no es un derecho ni algo que ocurre por arte de magia. Aquí algunas ideas que hay que tener en claro para que se vuelva realidad el “Y fueron felices para siempre”.

“El matrimonio es un encuentro de dos almas, un abrazo de dos historias, de dos presentes” No puede haber algo más lindo y grande que eso”, dice Mercedes Larraín, consejera matrimonial de la fundación Familia Unida. Sin embargo, hoy no se habla de ese lado del matrimonio, sino de lo negativo: la pérdida de libertad, la carga económica que son los hijos, lo difícil de conciliar el trabajo con la familia, etc. “Los recién casados deben estar conscientes de estos mensajes y hacerles frente. Deben luchar por descubrir lo luminoso del matrimonio, la riqueza infinita que significa unirse a otro para compartir la vida”, dice Mercedes.

Esta búsqueda de lo bello del matrimonio no puede acabarse una vez casados. Hombre y mujer deben ser conscientes de que el matrimonio no es la meta final del pololeo, sino un paso más en el proceso de crecimiento en conjunto, conocimiento y aceptación del otro.

Cortar el cordón umbilical

El matrimonio en cada época ha tenido “enemigos”. Hoy en día, también, y conocerlos es el primer paso para vencer. Uno, es la inmadurez con que se presentan muchos esposos al altar. Son personas que llegaron a la edad adulta sin haber conquistado el principal desafío de la adolescencia, que es independizarse afectiva y económicamente de los padres. Entonces, llegado el fin de semana, él o ella quiere estar todo el día en la casa de los papás o no puede tomar decisiones con las cuales sus padres no estén de acuerdo.

Al respecto, la consejera de Familia Unida da algunos consejos: recordar que en el matrimonio sólo bastan dos miradas, la del marido y de la mujer; hablar con esos padres y decirles de manera cariñosa, pero directa, que les permitan ser una pareja independiente; y no ser cómodos: muchas veces este seguir pegados a los papás se debe a un miedo a estar solos como matrimonio.
Que lo mío no atente contra lo nuestro

Otro “enemigo” es la visión equivocada de conceptos como la vida propia y el desarrollarse como persona. Es importante que cada uno tenga un proyecto personal, actividades independientes del otro que lo motiven. Pero esto jamás puede ir en contra del proyecto común o de la felicidad del otro cónyuge.

Entonces, el trabajo, los deportes, las juntas con los amigos...: hay que conversar cuánto y en qué momentos, llegar a acuerdos para que la vida propia de cada uno enriquezca el matrimonio y no lo ponga en riesgo. Estas conversaciones deben ser muy sinceras y confiando en que el otro va a saber entender.

En Familia Unida les tocan muchos casos donde la mujer o el marido se comportan de una manera determinada no por mala voluntad, sino porque nunca nadie les había dicho que las cosas podían ser de otro modo o que con esa actitud podían hacer sufrir a la persona que aman.

Con apertura deben también ir moldeando un proyecto común, que ojalá haya comenzado a delinearse en la época del noviazgo. ¿Qué se espera del matrimonio? ¿Qué tipo de padres se quiere llegar a ser? ¿Qué ambiente se buscará que exista dentro del hogar? ¿Qué espera cada uno del otro? Son respuestas que hay que conversar y que irán tejiendo un mundo de los dos. Esto es algo que debe hacerse de manera consciente, pues si no se corre el riesgo de seguir siendo dos solteros, pero bajo un mismo techo, que se encuentran como amantes, pero no como compañeros de vida. Marido y mujer deben verse a sí mismos como un equipo en el que los dos son titulares. Ninguno es suplente.

¡Paciencia!

Un tercer aspecto propio de los tiempos actuales que hay que saber controlar es el racionalismo y el culto a la instantaneidad. “Hoy vemos todo como causa y efecto. De esa manera tratamos de explicar lo que pasa y de controlar lo que viene. Pero en el matrimonio no todo es lineal y, pretender que lo sea, es negarse a lo natural, a lo espontáneo”, dice Mercedes Larraín.

El primer gran ejemplo de esto es que no por casarse se va a ser obligatoriamente feliz. Al llegar al altar no se conquista un pretendido derecho a la felicidad, sino el compromiso de hacer feliz al otro. Y si se logra ser feliz, lo más probable es que sea a través de un matrimonio muy distinto al planeado en la mente de cada uno de los esposos. Entonces, en vez de preocuparse de qué hacer para que todo salga bien, cada matrimonio debe enfocarse a encontrar su propia forma de amarse y de estar en este mundo. No hay felicidad posible si se piensa en el bien propio. El egoísmo y el amor son incompatibles. La vivencia de ese proceso es el que día a día les dará felicidad y la calma para esperar los resultados.

Saber que se puede

“Tienes que estar seguro de que tu matrimonio puede ser una aventura apasionante. Tienes que estar seguro de que tú y él, tú y ella, ¡así como sois!, podéis vivirla “ ¿Qué va a poder contigo el ambiente si te decides a dar tu propio estilo allí donde te encuentras”, dice el orientador Antonio Vázquez al comienzo de su libro “Matrimonio para un tiempo nuevo”.

Mercedes Larraín piensa en la misma línea: para ella, quien quiera tener un matrimonio feliz, lo tendrá. Y asegura que, a pesar del culto a lo desechable que ronda en la sociedad, el ser humano sigue siendo el mismo y, como siempre, tiende a la belleza, la bondad y la verdad. Más aún: el verdadero amor quiere ser eterno. “El mundo está lleno de cosas feas y uno se acostumbra a eso. Pero cuando vemos una flor, nos emocionamos y sabemos distinguir su belleza. Lo mismo pasa con el matrimonio. Encontrar a un compañero de vida y estar con él para siempre es una ilusión que el hombre lleva impresa en su corazón”, asegura Mercedes.

Primer requisito

El camino del matrimonio comienza por conocerse a uno mismo y reconocer las propias falencias. El egoísmo, el mal carácter o la inmadurez no son determinantes de un matrimonio infeliz, pero sí aspectos que es necesario mejorar. Para ello es necesaria mucha humildad y, en algunos casos, la ayuda de un tercero.

Foccus:

Los temas que hay que conversar ANTES DE

¿Cómo hacer feliz a alguien que no se conoce? La respuesta es obvia: IMPOSIBLE. Para ayudar a los matrimonios en esta tarea hace unos años se creó en Estados Unidos el cuestionario FOCCUS, Facilitating Open Couple Communication, Understanding and Study. Son 156 preguntas que cada novio responde por separado. Los resultados se analizan con la ayuda de una persona capacitada que los ayudará a distinguir posibles conflictos y soluciones.

FOCCUS en ningún caso es un predictor del éxito o fracaso del matrimonio. Sólo propicia una instancia donde se conversen temas que debieran haberse tratado de forma natural. Por ejemplo: Metas de la vida matrimonial. Intereses y amistades. Cómo resolver problemas. Religión y valores. Administración de finanzas.

FOCCUS es utilizado en muchos países del mundo por quienes preparan a matrimonios católicos y también de otras religiones. En Chile, ha sido implementado por la fundación Familia Unida. Más información en www.familiaunida.cl

Manos a la obra

Sabiendo que se puede tener un matrimonio feliz, algunos consejos:

* ¿Mi cónyuge es feliz? Hacerse esta pregunta permite recordar que el foco está en el otro y ayuda a reconocer a tiempo los aspectos en que puede mejorar la relación.

* No angustiarse ni paralizarse cuando hay problemas, sino buscar las herramientas que todo matrimonio posee para resolverlos.

* Es clave “hacerse querible", es decir, facilitar al otro para que te pueda querer más y mejor.

* Vivir el matrimonio de forma asertiva y no a la defensiva. Las mujeres, sobre todo, tienden a desconfiar o a dar segundas lecturas melodramáticas. Es necesario ser sincero sin atacar al otro y sin miedo.

* A mayor confianza en el matrimonio, mayor debe ser el respeto y la valoración de la entrega del otro. Para eso hay que renovar cada día la elección del otro como la persona más importante del mundo.

* No sentirse culpable por no gustar de TODAS las características del otro.

* Usar la inteligencia no sólo en el trabajo, sino también en la casa. Con ella se distingue lo malo de lo bueno, la manera correcta de actuar.

* Cada uno debe intentar sacar lo mejor del otro, pero respetando su esencia y su derecho a ser él mismo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Conyugalia: La felicidad en el matrimonio I

La felicidad en el matrimonio (I).

Escrito por Magdalena Subercaseaux

Jueves, 15 de Abril de 2010 13:24

Entrevista realizada a Tomás Melendo por José Pedro González Alcón y María Mercedes Álvarez Pérez para el programa de radio "Con las zapatillas puestas". El Prof. Melendo Granados es Catedrático de Filosofía (Metafísica), Director Académico de los Estudios Universitarios sobre la Familia, Universidad de Málaga (UMA), España.

¿Hay parejas que se quieren, pero que dudan si casarse o iniciar una convivencia juntos. ¿Hay alguna diferencia?

T. Melendo: Pienso que la diferencia es abismal. Aunque entiendo que a veces no sea fácil captarla porque, culturalmente, el matrimonio se encuentra hoy vaciado de contenido. Lo han conseguidos las leyes y los usos sociales. No me refiero solo a que en muchos países se encuentre fiscalmente desprotegido o a las consecuencias económicas del divorcio, sin duda más gravosas que las de la separación tras una simple convivencia. Aludo, sobre todo, a que la posibilidad legal de divorciarse elimina la seguridad de que se luchará por mantener el vínculo; la aceptación social y jurídica de «aventuras» extramatrimoniales, que incluso se llegan a considerar como algo «simpático», suprimen la exigencia de fidelidad; y la difusión de contraceptivos quita importancia a los hijos.

Entonces, ¿qué queda de la grandeza y belleza del matrimonio?, ¿para qué casarse? Muchos sostienen, a la vista de todo ello, que lo importante es que nos queramos? y es verdad. Pero precisamente aquí es donde hay que profundizar. Porque para poderse querer bien, a fondo, con auténticas perspectivas de éxito, hay que estar casados.

Esto puede asombrar, pero no es tan extraño. En todos los ámbitos de la vida humana hay que aprender y capacitarse. ¿Por qué no en el del amor? Jacinto Benavente afirmaba que «el amor tiene que ir a la escuela». Y es cierto. Para poder amar hay que aprender y ejercitarse, hacer actos notables de amor: igual que, por ejemplo, hay que templar los músculos para ser un buen atleta.

Pues bien, la boda habilita para amar de una manera real, efectiva, muy superior, insuperable. El matrimonio no se acaba de entender bien: se lo contempla como una ceremonia, un contrato, un compromiso? Y no es que todo ello sea falso, pero sí un tanto pobre. La boda es, en su esencia, un acto libérrimo de amor. El sí es un acto profundísimo, inigualable, único, por el que me entrego plenamente a otra persona y nos decidimos a amarnos de por vida. Es amor de amores: amor sublime que permite amar. Ese acto tan impresionante me pone en condiciones de amar bien: fortalece mi voluntad y la faculta para amar a otro nivel, me sitúa en otra esfera. Si no me caso, sin ese acto radical de amor, estoy incapacitado ?aunque yo no lo advierta? para amar de veras a mi cónyuge, como quien no se entrena o no aprende un idioma, por más que lo desee, no puede sobresalir en un deporte o hablar esa lengua con fluidez.

No puedo detenerme más, pero vale la pena pensar sobre todo ello.

¿Existen implicaciones psicológicas que aconsejen el matrimonio sobre la simple convivencia?

T Melendo: También, y muy claras. El ser humano sólo es feliz cuando lleva a cabo algo grande, algo que merezca ser realizado. Y lo más impresionante que un hombre o una mujer pueden hacer es amar. Vale la pena dedicar toda la vida a amar y a amar cada vez mejor y más intensamente. En realidad, es lo único que vale la pena: todo lo demás, todo, debería ser tan sólo un medio para amar mejor.

Cuando me caso, establezco las condiciones adecuadas para dedicarme a la tarea de amar. Si simplemente vivimos juntos, todo el esfuerzo tendré que dirigirlo, aunque no sea consciente de ello, a «defender las posiciones» alcanzadas, a no «perder lo ganado».

El problema más grave, y el que origina los demás problemas, es entonces la inseguridad: la relación puede romperse en cualquier momento; no tengo certeza de que el otro se va a empeñar seriamente en quererme y superar las dificultades: ¿por qué habría de hacerlo yo?; no puedo bajar la guardia, mostrarme de verdad como soy? no sea que mi pareja advierta defectos que no le gustan y considere que es preferible no seguir adelante; ante los obstáculos y contrariedades que necesariamente surgirán, la tentación de abandonar el empeño está muy cerca, puesto que nada lo impide?

En resumen, la simple convivencia sin entrega definitiva crea un clima en el que la finalidad fundamental y entusiasmante del matrimonio, hacer crecer y madurar el amor y, con él, la felicidad, resulta muy comprometida.

"El amor es lo importante, no los papeles". ¿Qué hay de verdad en esta aseveración?

Mucho, muchísimo, incluso me atrevería a decir que todo. El amor es efectivamente lo importante. No hay que tener miedo a esta idea. Pero ya he explicado que no puede haber amor cabal sin mutua entrega, sin casarse. Los papeles, el reconocimiento social, no son de ningún modo lo importante, pero resultan imprescindibles. ¿Por qué?

Desde el punto de vista social, porque mi matrimonio tiene repercusiones civiles claras: la familia es ¡debería ser! la clave del ordenamiento jurídico y el fundamento de la salud y el correcto desarrollo de una sociedad: resulta imprescindible, por tanto, que se sepa que otra persona y yo hemos decidido cambiar de estado y constituir una familia. No somos versos sueltos, seres aislados; mónades cerradas, sin puertas ni ventanas, que diríamos los filósofos.

Pero, sobre todo, la dimensión pública del matrimonio. Ceremonia religiosa y civil, fiesta con familiares y amigos, participaciones del acontecimiento, anuncio en los medios si es el caso, etc. derivan de la enorme relevancia que lo que están llevando a cabo tiene para los cónyuges: si eso va a cambiar radicalmente mi vida para mejor, si me va a permitir algo que es una auténtica y extraordinaria aventura, me gustará que quede constancia: igual que anuncio con bombo y platillo las restantes buenas noticias.

Igual, no. Mucho más, porque no hay nada comparable a casarse: me pone en una situación inmejorable para crecer personalmente, para ser mejor persona y alcanzar así la felicidad, al tiempo y en la medida en que se la procuro a mi cónyuge.

domingo, 2 de mayo de 2010

Conyugalia: Sexo: lo que no exige el guión de cine

“Sexo: lo que no exige el guión de cine”

reportaje de ana sanchez de la nieta / www.aceprensa.com /

lunes 19 de abril de 2010

Hace unos días saltaba a los medios una noticia curiosa. La cadena americana ABC había echado a un actor por negarse a rodar escenas de sexo. El actor es Neal McDonough, 44 años, bastante conocido por sus apariciones en películas como Minority Report o Banderas de nuestros padres, y por series de TV como Hermanos de sangre o Mujeres desesperadas. Acababa de empezar el rodaje de Scoundrels, una nueva serie de la ABC, y se negó a interpretar una escena de sexo explícito con Virginia Madsen. La cadena decidió sustituirle por otro actor.


La noticia ha dado pie a un sinfín de comentarios y explicaciones. Los medios han publicado que la razón de la negativa es que McDonough es católico, con firmes creencias religiosas y tienen mujer y tres niños pequeños. Por eso se niega a interpretar este tipo de escenas.


En los medios digitales –los más dados a este tipo de debates– miles de internautas han apoyado masivamente la decisión del actor. A juzgar por los comentarios a esta noticia, abrumadoramente positivos, se deduce que la coherencia sigue siendo un valor en alza. Son mayoría las personas que alaban la decisión de McDonough y elogian que una persona sea capaz de perder un millón de dólares (que es lo que ha dejado de cobrar) por actuar en conciencia y por respeto a su mujer y a su familia.


Los que critican la decisión del actor –además de la cadena, claro– lo hacen señalando que no ha tenido los mismos inconveniente al interpretar papeles violentos.


Sexo y violencia, muy diferentes

Además del lógico sentido común –presente en muchos de los comentarios de estas webs, como el de la mujer que señalaba que, si su marido fuera actor, prefería mil veces verle disparando que en la cama con otra mujer–, en este punto, viene bien releer al crítico francés André Bazin, mentor de Truffaut y Rohmer, inspirador de la Nouvelle Vague e impulsor de la revista Cahiers du cinema. Bazin explica en su célebre libro Qué es el cine como la representación del sexo y la violencia son absolutamente diferentes.


Bazin afirma que la gran diferencia es que las escenas de violencia se representan mientras que las sexuales, en cierto modo, se viven. “Si se muestra en la pantalla un hombre y una mujer con un vestido y postura tales que sea inverosímil que al menos un comienzo de consumación sexual no haya acompañado a la acción, yo tendría derecho a exigir en un film policiaco que se mate verdaderamente a la víctima o al menos que se la hiera más o menos gravemente. Y esta hipótesis no tiene nada de absurdo, porque no hace mucho que el asesinato ha dejado de ser espectáculo, para los romanos, los mortales juegos de circo eran el equivalente a una orgía”.


Bazin señala como –a diferencia de otras artes representativas, como la pintura– “en el cine a la mujer incluso desnuda se la puede desear expresamente y acariciarla realmente y, sin embargo, si queremos permanecer en el nivel del arte debemos mantenernos en lo imaginario. Debemos poder considerar lo que pasa en la pantalla como un relato que no llega jamás al plano de la realidad, o en caso contrario, me hago cómplice diferido de un acto, o al menos una emoción, cuya realización exige intimidad. Lo que significa que el cine puede decir todo pero no puede mostrarlo todo. Se puede hablar de todo tipo de conductas sexuales pero con la condición de recurrir a las posibilidades de abstracción del lenguaje cinematográfico, de manera que la imagen no adquiera jamás un valor documental”.


Desde esta perspectiva, se entiende que haya directores que se nieguen a incluir escenas de sexo en sus películas y prefieran recurrir a la elipsis. El realizador finlandés Ali Kaurismäki, lo explica con elocuencia. En sus cintas, muy oscuras en ocasiones, retrata la vida de prostitutas o amantes pero nunca muestra sexo en las pantallas. “Cuando veo una película y llega la escena de sexo me siento siempre muy violento, y también el público, creo. Son situaciones privadas y me siento un voyeur. Todas esas secuencias parecen siempre la misma; pienso que en Hollywood tienen un stock al que acuden”.


Y el español Patxi Amezcua, preguntado recientemente sobre por qué en su película 25 kilates había poco sexo y palabrotas, comentaba que “no hace falta decir “hijo de puta” para que se note que el personaje está enfadado… Y el sexo despista la mayor parte de las veces”.


Cuando fallan otros recursos

De hecho, las personas que ven mucho cine, por ejemplo, los críticos coinciden en señalar que, con excepciones, el exceso de sexo en una película puede obedecer a dos motivos: o es un reclamo publicitario para hablar de ella por escandalosa o es un modo de intentar salvar un mal guión.


La tesis de Bazin explica también como, al margen de otras cuestiones morales, muchos actores confiesan sentirse incómodos cuando ruedan estas escenas. Otros las ven necesarias para entrar en el mundo del cine –un peaje que hay que pagar– pero renuncian a ellas en cuanto tienen un cierto caché. Es el caso, por ejemplo, de Brad Pitt que, hace años manifestó que no volvería a salir desnudo. “No quiero sentirme avergonzado cuando mis hijos sean más grandes y vean mis películas”, señaló.


Y el espectador, ¿quiere el espectador medio ver sexo en la pantalla grande? A juzgar por los datos de taquilla parece más bien lo contrario. Entre las 10 películas más vistas en el 2009 solo una –Resacón en las Vegas tiene contenidos sexuales.


En definitiva, toda esta historia revela en el fondo que una de esas frases acuñadas en el mercado del cine –que el sexo vende– no es cierta y que el sexo en la pantalla tiene más inconvenientes que ventajas. Hace perder dinero a los productores y distribuidores, encasilla a los actores, incomoda al espectador, no ayuda a la creatividad de los realizadores y no convence a los críticos.


Neal Mc Dougahn, además de buen actor ha demostrado ser un tipo coherente y listo

viernes, 30 de abril de 2010

Conyugalia: ..... Y fueron felices (II)

“… Y fueron felices”

Susana Moreu, Eiunsa, Madrid, 2009


Entrevista publicada en Ideal de Granada, con ocasión de la presentación del libro en esta ciudad. Granada 18/12/2009.


No se considera feminista, «si eso implica creer que somos mejores que los hombres», ni machista, si eso implica lo contrario. Susana Moreu (Granada, 1973) cree firmemente en la dignidad de la persona, ya sea hombre o mujer. También en «nuestra capacidad de amar como motor de la vida». La directora de Comunicación del Instituto de Estudios de la Familia (INEFA) compagina su trabajo de arquitecto técnico con su labor de orientadora familiar. Autora de numerosos artículos en revistas especializadas, hoy -a las 19.30 horas- presenta, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Granada, su primer libro, '...Y fueron felices' (Ediciones Internacionales Universitarias).

-No son pocos los que piensan que el amor es una ilusión trasnochada para mentes poco realistas...

-Sí, sí... y todos los días vemos reclamos cuyo único fin es buscar pareja. No nos engañemos, enamorarse y ser amado es uno de los bienes más preciados y queridos por la mayor parte de los habitantes de este planeta. Si tanto lo deseamos, ¿por qué es tan difícil mantenerlo? Y si se pierde, ¿por qué no nos resistimos a probar otra vez suerte? '...Y fueron felices' ha pretendido analizar algo que en un principio puede parecer tan etéreo, intangible, 'inmedible', como es el amor, pero, al mismo tiempo, es ingrediente imprescindible para ser feliz.


-¿Qué es el amor para usted?

-Hay muchísimas definiciones... sería imposible hacer un compendio de todas. Me quedo con una afirmación de Kierkeggard: «Engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en esta vida, ni en la otra: ni en el tiempo ni en la eternidad». O lo que es lo mismo, el no conocer, en su sentido más amplio, lo que es el amor no tiene perdón.


-¿Qué temas se abordan en el libro?

-Principalmente, el de la relación de pareja. La finalidad del libro es dar pautas para conseguir una excelencia familiar. Se analizan algunos típicos tópicos, es decir, lo «típicamente femenino» y «típicamente masculino», con ironía e ingenio, aunque desmenuzando con humor la parte de verdad o mentira que denuncian los chistecillos o chismecillos que circulan por las redes de Internet. Asimismo, a lo largo de las más de sus 200 páginas, se analizan temas como la comunicación en la pareja, las crisis conyugales e, incluso, se profundiza en terapia preventiva para poder gozar de la tan deseada salud afectiva, garantía de estabilidad personal y excelencia familiar.


-¿Cuáles son los principales conflictos que surgen en una pareja?

-El principal conflicto viene porque no nos conocemos. Y si no nos conocemos, no nos aceptamos tal y como somos. Hay muchas cosas que se saben, que se conocen..., pero no se aceptan. Se trata de una inmadurez sentimental que puede llevarnos a situaciones muy dramáticas. Hoy en día, vemos muchas parejas truncadas que no se conocían de verdad, por lo menos de una forma realista, porque entonces se habrían dado cuenta de su incompatibilidad y de que no eran lo que buscaban. Si queremos amar de verdad, resulta fundamental conocer al otro, ser consciente de su propio valor, de su propia belleza.


-¿Qué papel juega la comunicación en una relación de pareja?

-Comunicar es entrar en el mundo del otro y que éste entre en mi mundo. A mayor capacidad de comunicación, mayor felicidad. Para establecer una buena comunicación, lo primero que necesitamos es tiempo. Si vamos siempre corriendo, puede que sólo nos dirijamos la palabra para llegar a acuerdos sobre temas de organización de la casa o de los hijos. Si no estamos disponibles el uno para el otro, terminaremos por contar nuestras confidencias al compañero de trabajo o a la amiga de turno. Es muy importante dedicarse tiempo sin interferencias, sencillamente para charlar.


-Usted afirma en su libro que el aburrimiento es la grieta por donde se escapa la ilusión gota a gota. ¿Uno de los principales enemigos del amor es la rutina?

-Sí, pero no hay que esperar a que llegue la rutina. Inventar cosas para compartir juntos, planear actividades con un mes de antelación... El solo hecho de organizar es ilusionante.... Solos, con hijos, con amigos... Tenemos que tener ganas de estar juntos.


-¿Qué lugar ocupan los hijos en una relación de pareja?

-Unen lo que está unido, desunen lo que está desunido. Son una oportunidad perfecta para que la pareja se refuerce. Son el premio al amor que una pareja se tiene. Es el mejor negocio que puedes compartir. El tener hijos, educarlos... es apasionante, aunque también es motivo de conflicto. Somos lo que son nuestras familias. Para bien o para mal, la educación de nuestros padres nos marca.

viernes, 23 de abril de 2010

Conyugalia: ..... Y fueron felices

...Y FUERON FELICES
Un libro de Susana Moreu


¿El amor es eterno mientras dura?


¿Somos monógamos por naturaleza o por costumbre?

¿Se pueden evitar las crisis?

¿Qué lugar ocupa nuestra vida de pareja en nuestra escala de valores?

¿A qué estamos dispuestos a renunciar por AMOR?

Este libro está dedicado a todos aquellos que piensen tomar o ya estén montados en el “barco del amor” para emprender este viaje sin retorno hacia la felicidad. Esperamos llegar a buen puerto. A pesar de las tormentas o incluso huracanes…

Aunque he escrito este libro para “todos los públicos”, no he podido evitar mi condición de mujer, por lo cual sin ser un libro para mujeres, la óptica si que es eminentemente femenina.

No son pocos los que piensan en nuestros días que el amor, enamorarse es una ilusión trasnochada, patrimonio de mentes infantiles o poco realistas. Por otra parte, es igualmente actual ver todos los márgenes de nuestras pantallas de Internet y televisión llenas de reclamos cuyo único fin es buscar pareja. No nos engañemos enamorarse y ser amado es uno de los bienes más preciados y queridos por la mayor parte de los habitantes de este planeta. Si tanto lo deseamos ¿por qué es tan difícil mantenerlo? Y si se pierde ¿por qué no nos resistimos a probar suerte otra vez?

Este libro ha pretendido analizar algo que en un principio puede parecer tan etéreo, intangible, “inmedible” como el AMOR, a la vez que principal e imprescindible ingrediente para ser feliz.

Si queremos gozar de una buena salud afectiva, no podemos adentrarnos en el trepidante mundo del AMOR sin una mínima culturilla sentimental. Conocernos a nosotros mismos, como seres únicos e irrepetibles, para luego conocer al otro. Saber que hombres y mujeres somos, pensamos, sentimos, priorizamos y amamos de forma distinta, somos iguales en dignidad y distintos en todo lo demás. El conocernos nos ayudará a amarnos mejor. No podemos amar lo que no conocemos.


En el libro se analizan algunos típicos tópicos, es decir, lo “típicamente femenino” y “típicamente masculino” con ironía e ingenio, aunque desmenuzando con humor la parte de verdad o mentira que denuncian los chistecillos, chismecillos que circulan por las redes de Internet.

A lo largo del libro se analizan temas tan importantes como la comunicación en la pareja, las crisis conyugales e incluso profundiza en terapia preventiva para poder gozar de la tan deseada salud afectiva, garantía de estabilidad personal y excelencia familiar.

Susana Moreu

Master en Orientación Familiar por la Universidad de Málaga

Directora de Comunicación de INEFA

susanamoreu@gmail.com

martes, 20 de abril de 2010

Conyugalia: Dar las gracias trae recompensas para todos

Dar las "gracias" trae recompensas para todos

Escrito por Magdalena Subercaseaux

Viernes, 16 de Abril de 2010 14:00

Un estudio halla que expresar gratitud beneficia tanto a quien las da como a quien las recibe

Para los que no se sienten satisfechos con un amigo o su pareja, dar las gracias podría mejorar su actitud hacia la relación, según halla un estudio reciente.

Resulta que mostrar gratitud no sólo es bueno para quien la recibe. Fortalece la relación porque hace que la persona que da las gracias se sienta más responsable del bienestar de su pareja.

Aunque una investigación anterior sobre la gratitud encontró que dar las gracias fortalece la relación al aumentar la satisfacción con la misma, este nuevo estudio, publicado recientemente en línea en Psychological Science, analiza el efecto de mostrar gratitud en el contexto de lo que los psicólogos llaman "sentimiento comunal", el grado de responsabilidad que una pareja o amigo siente hacia el otro.

La gratitud, cuando se expresa, mejora ese sentimiento comunal, de acuerdo con el autor principal del estudio Nathaniel Lambert, investigador asociado de la Universidad Estatal de Florida en Tallahassee. El hallazgo tiene sentido porque "cuando usted manifiesta su gratitud a alguien, se centra en las cosas buenas que ha hecho esa persona por usted", señaló "Esto hace que vea a las personas desde una perspectiva más positiva y lo ayuda a centrarse en los atributos buenos".

Lambert y su equipo de investigación probaron la idea de que mostrar gratitud ayuda a fortalecer las relaciones mediante tres estudios distintos.En un grupo de estudio, 137 estudiantes universitarios completaron una encuesta sobre la frecuencia con que mostraban su gratitud hacia un amigo o su pareja. Los resultados demostraron que la gratitud se relaciona de manera positiva con la percepción personal de este sentimiento "comunal".

"La persona que daba las gracias percibía que la relación era más comunal, consideraba que la persona era merecedora de que se hicieran sacrificios por ella, de hacer más esfuerzos para ayudarla", explicó Lambert.

Aunque los estudios sólo analizaron a las personas que demostraron gratitud, Lambert especula que "las personas que reciben las palabras de agradecimiento sienten a menudo la necesidad de hacer lo mismo. También quieren mostrar su gratitud. Esto se puede convertir en una especie de espiral ascendente".

Dar las gracias podría ser todo lo que necesita una relación que se torna difícil, dijo. "Actualmente, en las relaciones las personas se centran con frecuencia en lo que la otra no hace por ellas. Ese es uno de los aspectos más maravillosos de la gratitud. Puede cambiar potencialmente la trayectoria de un enfoque negativo de la relación a uno más positivo".

Los investigadores documentaron una "forma sencilla de fortalecer las relaciones y que a menudo se pasa por alto", explicó. "Mostrar gratitud fortalece las relaciones y une a las personas en redes de obligaciones recíprocas".

Una debilidad del estudio, señaló, es que los participantes eran estudiantes universitarios, pero eso es algo típico en muchas investigaciones. Además, participaron más mujeres que hombres, y eso pudo afectar los resultados. "Los estudios han demostrado que los hombres son más renuentes a dar las gracias", agregó.

Aún así, los que deseen desarrollar el hábito de la gratitud pueden hacerlo "dando las gracias y haciéndolo de manera regular" señaló el autor del estudio. "Incluso aunque no lo sienta así, la investigación demuestra de manera sólida que dar las gracias puede conducir a la emoción".

Fuente: HealthDay, traducido por Hispanicare